Jesús llegó a la región de Cesarea de Filipo y preguntaba a sus discípulos: «¿Quién dice la gente que es el Hijo del hombre?» Ellos contestaron: «Unos que Juan Bautista, otros que Elías, otros que Jeremías o uno de los profetas».
Él les preguntó: «Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?» Simón Pedro tomó la palabra y dijo: «Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo». Jesús le respondió: «¡Dichoso tú, Simón, hijo de Jonás!, porque eso no te lo ha revelado nadie de carne y hueso, sino mi Padre que está en el cielo. Ahora te digo yo: Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y el poder del infierno no la derrotará. Te daré las llaves del Reino de los cielos; lo que ates en la tierra, quedará atado en el cielo, y lo que desates en la tierra, quedará desatado en el cielo». Y les mandó a los discípulos que no dijeran a nadie que él era el Mesías.
Desde entonces Jesús empezó a explicar a sus discípulos que tenía que ir a Jerusalén y padecer allí mucho por parte de los senadores, sumos sacerdotes y letrados, y que tenía que ser ejecutado y resucitar al tercer día. Pedro se lo llevó aparte y se puso a increparlo: «¡No lo permita Dios, Señor! Eso no puede pasarte». Jesús se volvió y dijo a Pedro: «Quítate de mi vista, Satanás, que me haces tropezar; tú piensas como los hombres, no como Dios».
«Despierta» © Difusión libre cortesía de Colegio Mayor José Kentenich
«A Celtic Celebration» © Usado bajo licencia no comercial Creative Commons
Jesús, Tú eres…
la palabra a proclamar,
la verdad que debe ser dicha,
la luz que debe ser encendida,
la vida que se debe vivir,
el amor que debe ser amado.
Jesús, Tú eres…
la alegría a compartir,
la paz que se debe dar,
el pan de vida que se debe comer.
Jesús, Tú eres…
el hambriento que debe ser sustentado,
el sediento que debe ser saciado,
el desnudo que debe ser vestido,
el sin casa que hay que acoger,
el solitario a quien se debe amar,
el despreciado que debe ser acogido.
(santa Teresa de Calcuta)